José Zorrilla consigue con Don Juan Tenorio (1844) popularizar
definitivamente el mito de don Juan creado a partir de la obra de Tirso de
Molina El burlador de Sevilla y convidado
de piedra (1630). Se introduce el motivo de la salvación del protagonista
por amor, dota a la acción de gran dinamismo, y sobre todo, emplea una
versificación muy rítmica y fácil de memorizar. La obra, es además, un
excelente ejemplo de las características del drama romántico.
El
argumento de la obra parte de la leyenda de Don Juan, personaje que representa
el libertinismo y el satanismo, el cual fue introducido en Europa con la obra
de Tirso de Molina. En este caso pero, el protagonista no tiene ese carácter de
enfrentamiento entre el ser humano y Dios sino que representa un pecador
libertino y fanfarrón al que el amor puede redimir consiguiendo que en el
último extremo haga un acto de contrición, se arrepienta de sus pecados y
alcance la vida eterna.
En el drama se mezclan la imaginación y las
creencias religiosas. Hay una clara diferenciación entre los dos primeros actos
y el último. Zorrilla va escalonando escenas que muestran el perfil
irrespetuoso del personaje -se dan homicidios y crímenes, seducciones, jactancias
de la vida, injurias al Comendador y a su propio padre, rapto de una novicia,
muerte del Comendador sólo porque no hieran su honor y cuando muere es por una
cuestión de honor con un hombre que le ha insultado, el capitán Centella- para
volver en la segunda parte a otra historia, años adelante, en que su falta de
arrepentimiento le lleva a injuriar a los muertos y hacer el convite a la
estatua del Comendador. La estatua y el cadáver se funden en un solo personaje
que tratará de arrastrar a Don Juan a la condenación eterna.
Doña Inés también ha hecho una apuesta,
pero con Dios: si logra el arrepentimiento del joven, los dos se salvarán pero,
si no lo consigue, se condenarán eternamente. Ante la tumba de Don Gonzalo, Don
Juan invita al comendador a cenar y éste lo invita a su vez a compartir la mesa
de piedra con él en el panteón. Cuando el espíritu del Comendador está a punto
llevarse a Don Juan al infierno, Doña Inés interviene y le ruega que se
arrepienta. La joven gana la apuesta y los dos suben al cielo rodeados de
cantos e imágenes celestiales.
La interpretación del final de la obra de
Don Juan Tenorio sigue siendo muy
contradictoria. Podemos observar como a lo largo de la obra el amor que don
Juan manifiesta por doña Inés evoluciona de ser una atracción física a raíz de
una apuesta, para terminar en un amor divino y verdadero. Aunque en todo
momento demuestra ser un incrédulo y una persona desafiante, al final se ve
aterrorizado por la ira de don Gonzalo.
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