jueves, 11 de septiembre de 2014

TAREA 1. POESÍA SIGLO XVIII

En la lírica y la época del siglo XVIII se dibujan perfectamente las etapas, tendencias y estilos de período.

Poesía posbarroca
La imitación de los grandes maestros barrocos es el norte de toda la poesía española de la primera mitad del siglo XVIII. Encontramos epígonos de Góngora: Soledad tercera (1718); cultivo de la fábula mitológica: Deucalión (ed. póstuma, 1770) de Torrepalma. El arte de Quevedo tuvo continuación en los sonetos morales de Diego de Torres Villarroel y en los poemas burlescos de Eugenio Gerardo Lobo.

La poesía ilustrada y sus cenáculos
La aparición de las formas poéticas características del siglo XVIII se ve propiciada por el triunfo entre las élites intelectuales de la estética neoclásica y de la filosofía racionalista.
Tuvieron especial importancia en la configuración de esta poesía los cenáculos  y academias. En realidad, no pasó de ser un arte en las minorías intelectuales.
En Salamanca  se desarrolló la escuela más brillante del momento. Jose Cadalso aglutinó al grupo y lo incito al cultivo de la poesía bucólica. Jovellanos,  cambió su rumbo; recomendó la imitación de los autores ingleses (Pope y Young) y dirigió la poesía hacia los temas morales y filosóficos. Cadalso y Jovellanos contaron  con el poeta Juan Meléndez Valdés, que fue el encargado de transmitir estos ideales a la segunda promoción salmantina: Manuel Jose Quintana, Nicasio Álvarez de los Cienfuegos…
Dentro del grupo de poetas neoclásicos los acentos dominantes y los géneros son de una gran variedad:

  1. Las Anacreónticas
Es una de las especies más cultivadas. Responde a la búsqueda de la gracia y el tono menor. Los metros cortos, el talante ligero y despreocupado y un aire bucólico sirven a una filosofía epicúrea y hedonista. Se exaltan los placeres del vino, la mesa y el amor.

  1. Las odas ilustradas
Desde mediados de siglo, se cultiva una poesía moral y filosófica, de carácter conmemorativo y monumental, para magnificar las empresas culturales de la ilustración. Utiliza dos cauces complementarios: la canción pindárica y la obra horaciana.

3        La elegía
La elegía neoclásica, por su tono y contenidos, preparó el terreno de Prerromanticismo. Aquí se percibe un exagerado sentimentalismo, cierto masoquismo, la reflexión moral, la fascinación de las ruinas, cementerios y paisajes nocturnos, la melancolía y la soledad, el mundo de ultratumba.

  1. Poesía didáctica
Fruto de la concepción utilitaria de la literatura son un conjunto de poemas en que los autores se obstinan en someter al corsé del ritmo, la medida y la rima la exposición de conocimientos que hubieran parecido mejor en prosa corriente y moliente. En este molde no solo se trato de asuntos de cierto prestigio literario, sino también de las nuevas ciencias positivas.
Los ilustrados cultivaron también la fábula esópica, protagonizada por animales y con moraleja final.

5        La sátira y otras vetas menores
La poesía satírica adoptó la forma horaciana cuando se trata  de criticar usos literarios, tipos y costumbres.
Una veta menor la constituye la poesía pornográfica y prostibularia. Los ilustrados combinaron sus inquietudes políticas con estas composiciones desenfadadas y humorísticas, vaciadas unas en el molde poema didáctico (Arte de las putas de Moratín) y otras en el de la fábula (el Jardín de Venus de Samaniego).

A continuación un breve análisis del poema Arte de las putas, que lo enfocaremos desde el punto de vista de nuestro tema, la mujer:


El Arte de las putas es un poema de Nicolás Fernández de Moratín compuesto a principios de la década de 1770 y clasificado dentro del género de la literatura erótica; circuló exclusivamente en forma clandestina hasta más de un siglo después de ser escrito debido a la férrea censura que impuso la Inquisición española.

Arte de las putas consta de cuatro cantos con 475 versos, por su tema ha sido relacionado con otras obras del mismo género entre las que descuella El jardín de Venus, de Félix María Samaniego.

En cuanto a nuestro punto de análisis, se trata, pues, de un anecdotario que relata las peripecias de las trabajadoras de la noche de un pujante Madrid borbónico. No es una clásica obra erótica, sino una imagen punzante y sarcástica.

Moratín describe aquí con precisión los trabajos de las mujeres que obran la prostitución, adoptando posturas femeninas y brindando testimonios que permiten reconstruir de forma ejemplar la situación de las mujeres en la España de la época. A pesar de ello sigue impregnada de la misoginia característica de aquel tiempo.




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