La poesía del siglo XVIII. Redactar
una entrada de un mínimo de 400 palabras y un máximo de 500 en la
que se comenten varios poemas relacionados con la temática de cada
blog.
La primera época de la poesía del
siglo XVIII sigue vinculada a la estética anterior, la poesía
barroca. Góngora y Quevedo fueron los poetas más elogiados y
seguidos. El núcleo más importante es La Academia del Trípode
(Granada), con miembros como El Conde de Torrepalma y José Antonio
Porcel. Se escriben largos poemas mitológicos y admiran a sus
antecesores.
La siguiente etapa es la poesía
neoclásica, que comienza con la publicación de la Poética de
Luzán. El neoclasicismo pretende restaurar el gusto y las normas del
clasicismo. Algunos poetas de esta época son Tomás de Iriarte, José
Cadalso, Jovellanos, Juan Meléndez Valdés...
Los temas más utilizados fueron el
amor, la mitología, la épica, temas bucólicos...
Se busca la naturalidad, al contrario
que el Barroco.
Por último, surge la poesía Rococó-
Anacreóntica. Es una poesía que presta gran importancia a los
detalles, un lenguaje con abundancia de diminutivos, una visión
erótica y sensual del amor. Se imita la poesía pastoril y su “locus
amoenus”. No hay carácter moralizante ni alusiones religiosas.
El fragmento elegido para comentar será
del poema “Letrillas satíricas” de José Cadalso, perteneciente
al estilo neoclásico. Es un poema muy personal. En esta etapa, sus
poemas surgen de sus desgracias. Usa la poesía para desahogar sus
sufrimientos. Su poesía se dirige tanto a los sentimientos como al
intelecto. Tiene influencia de españoles como Quevedo y Garcilaso.
Que
una doncella guardada
esté del mundo apartada,
ya lo veo;
pero que no muera ella
por salir de ser doncella,
no lo creo.
esté del mundo apartada,
ya lo veo;
pero que no muera ella
por salir de ser doncella,
no lo creo.
Este
fragmento, en relación con el tema de la mujer de nuestro blog,
pretende expresar que una doncella bien educada y perfecta como mujer
desearía no ser doncella para poder disfrutar de la vida sin
necesidad de seguir esa obligada perfección.
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